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"Mi trabajo son tus derechos"

El PP llena Madrid de Policía frente a una huelga de piquetes

«No había visto Policía a caballo desde finales de los años 70». Paco García, sindicalista de CCOO, expresaba su sorpresa ante el fuerte cordón impuesto por los agentes en las cocheras de Elipa, uno de los puntos de arranque del transporte público en Madrid. Eran las 04.00 y varias decenas de uniformados rodeaban al piquete, formado por medio millar de personas y obligado a permanecer lejos de la puerta de acceso. De ahí salen los servicios mínimos, pactados con las centrales, pero la asfixiante presencia policial no daba espacio más que para lanzar algunas consignas. Un pequeño grupo de manifestantes, todos ellos ajenos a los principales sindicatos, trataban de cerrar el paso al bus. La carretera, una línea recta en paralelo al cementerio de la Almudena, se convertía en el escenario de un juego del ratón y el gato que los uniformados cerraban a empujones y amenazas.
Escenas similares se repetían en Fuencarral, con dos personas detenidas, y Carabanchel, donde varios jóvenes eran agredidos y amenazados por los policías. El fuerte despliegue policial simbolizó ayer el pulso lanzado por el Gobierno español a las miles de personas que secundaron la protesta. Los piquetes, muy activos y que según CCOO y UGT, llegaron a sumar a 30.000 participantes, conformaron la otra cara de la moneda de una larga jornada. El mensaje estaba claro: dentro de las convocatorias sindicales no había tanto peligro. Fuera, los riesgos de sufrir una carga o ser detenido se multiplicaban.
«Nos separamos de los sindicatos mayoritarios y nos golpean», protestaba uno de los integrantes de un piquete juvenil que no quiso identificarse pero que venía de sufrir una fuerte carga policial en Lavapiés que se saldó con tres arrestados. Eran las 8 de la mañana. Aunque la jornada era larga. «Tienen orden de cargar y en muchas ocasiones es inevitable», consideraba Óscar, un miembro de UGT, interrogado ante las repetidas agresiones a jóvenes.

Helicóptero y patrullas
«La reforma laboral es perjudicial para la gran mayoría. No se puede perder todo sin salir a la calle». Guillermo Errejón, estudiante de Sociología, se expresaba así cuando únicamente pasaba un cuarto de hora de la medianoche. Para entonces, el piquete de la «juventud precaria», con unos 800 intengrantes, ya cortaba parte de la calle Atocha. «Mola, mola, mola, cerramos el McDonalds», coreaban mientras recordaban a quienes todavía se encontraban en el interior de la franquicia que tocaba estar en la calle. Desde ese momento, el sonido del helicóptero policial se convirtió en compañía inseparable. También decenas de patrullas dispersadas por toda la ciudad.
Aunque no todos los jóvenes secundaron las protestas. «Yo solo salgo a la calle el día que gana la selección española», señalaba ufano un postadolescente que esperaba en la cola de una discoteca ubicada en la Gran Vía. El piquete, enarbolando banderas y haciendo sonar sus bocinas, había rodeado a la quincena de clientes que aguardaban tras un cordón de seguridad privada. Un pequeño rifirrafe y, en menos de cinco segundos, un fuerte cordón de antidisturbios, apoyados por agentes municipales, forzaba al grupo a acelerar el paso hacia Cibeles. Eran las o2.00 y ya se había producido la primera carga. Aproximadamente media hora antes, en la plaza de Santa Ana (apenas a cinco minutos de la puerta del Sol), unidades antidisturbios golpeaban a un grupo de unas 300 personas que trataban de convencer a los hosteleros de que cerrar era la mejor opción. Al menos una persona fue detenida. El barrio de Lavapiés también registró cargas.
Con cámaras, menos golpes
Tras el piquete madrugador y los cierres de cocheras, los grupos se dispersaron por el centro. Allí, los ánimos de los agentes comenzaron a subir de tono. Y casi provocan una tragedia. Testigos indicaron que un vehículo policial que circulaba a gran velocidad por Lavapiés, y que perseguía a un piquete por colocar una barricada, terminó estampándose contra otro coche y arrollando a varios viandantes. El resultado: seis heridos. Eran las 8 de la mañana.
A partir de las 11.00, los piquetes iniciaron su momento mediático, concentrados en torno a Sol e inciando el camino hacia Cibeles, donde se cerraron las marchas matutinas. Para entonces, las cámaras ejercían de barrera sicológica para los desmanes policiales.
Por la tarde, miles de personas colapsaron Madrid en la marcha de CCOO y UGT, así como en otras manifestaciones llamadas por otros sindicatos.


400 mil personas marcharon en Cataluña

«La huelga será un campo de entrenamiento para los violentos». Así de claro lo tenía el conseller de Interior de la Generalitat de Catalunya, Felip Puig, a las ocho de la mañana de ayer. Y en efecto, las decenas de detenidos y heridos a lo largo de la jornada -una cantidad todavía incierta a la hora del cierre de esta edición- dan fe de cómo aprovecharon la jornada de entrenamiento los Mossos d’Esquadra, que pudieron realizar prácticas con todo su arsenal antidisturbios, desde las porras a los gases lacrimógenos, pasando por las ya clásicas pelotas de goma.
A las 18.00 estaba convocada la manifestación unitaria a lo largo del Paseo de Gràcia. Mientras los sindicatos mayoritarios y el arco parlamentario progresista congregaban a miles de huelguistas en lo alto del paseo -900.000 personas según los organizadores, 80.000 según la Guardia Urbana-, los Mossos se encargaron de que la manifestación convocada en la plaza Catalunya por sindicatos alternativos, asambleas de barrio y asociaciones de base no pudiese ni siquiera comenzar.
Tras varias escaramuzas, los mossos cargaron al lado del Corte Inglés de la plaza cuando apenas se había formado la cabecera de la manifestación; acto seguido, comenzó a arder la primera barricada entre manifestantes y Policía, que no dudó en hacer uso de gases lacrimógenos y pelotas de goma, disparándolas a la altura de la cabeza, como demuestra la contusión ocular sufrida por un joven debido al impacto de una pelota en un ojo. A partir de ahí comenzó el juego del gato y el ratón por las calles del centro y del Eixample, disturbios que todavía duraban bien entrada la noche.
Pero la actuación de la Policía catalana había comenzado bastante antes, sin necesidad de provocación aparente. Es el caso de Badalona, donde el portavoz de las Candidatures d’Unitat Popular (CUP), Marc Sallas, fue detenido junto a dos compañeros después de participar en un piquete informativo. Mientras tanto, en Sabadell, fueron tres periodistas de Vilaweb los que sufrieron la agresión de los Mossos, pese a enseñar constantemente su acreditación. No le será fácil a Puig hablar de normalidad después de una jornada que dejó, solo durante la mañana, una treintena de detenciones en todo el Principat.
Cifras para todos los gustos
Además de en la calle, la batalla también se dio, como viene siendo habitual, en el terreno de las cifras de seguimiento de la huelga. Para los sindicatos, el parón tuvo un seguimiento de un 82%, mientras que el Govern limitó la cifra de huelguistas a un 23% de trabajadores en la Industria y a un 15% en el sector Servicios.
Cifras para todos los gustos que no consiguieron ocultar una movilización masiva -tanto en Barcelona como en otros núcleos de los Països Catalans- que paralizó centros neurálgicos de la actividad económica como Mercabarna, la planta de Seat en Martorell, el puerto de Barcelona o el aeropuerto del Prat, en el que tan solo pudieron efectuarse un 20% de las operaciones previstas. El consumo eléctrico, otro de los termómetros manipulables para conocer el impacto de la huelga, bajó un 25% respecto al nivel de la semana anterior.
La jornada fue larga e intensa desde primera hora de la noche del miércoles. Los piquetes informativos recorrieron los barrios de la ciudad para confluir, a partir del mediodía, en el Paseo de Gràcia, donde se hizo visible que el malestar va mucho más allá de la reforma laboral actual.
Grupos de manifestantes concentraron su rabia ante la Bolsa de Barcelona y ante sucursales de Banco Santander y BBVA, que quedaron destrozadas. También se quemaron varias barricadas, con lo que Puig vio cumplidos sus augurios y dio rienda suelta, por primera vez en el día, a los Mossos d’Esquadra, que dispersaron a golpe de porra y pelota de goma a todo el que se le ocurriese asomar la cabeza por la zona, incluidos periodistas y viandantes.
Tras una tregua tácita, la actividad volvió a la calle por la tarde con la contundencia ya comentada y con unos disturbios que darán mucho qué h

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