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El Foro Social Mundial muestra las contradicciones entre gobiernos progresistas y movimientos sociales

 
El Foro Social Mundial, que comenzó el martes en Porto Alegre, ha reunido a decenas de miles de personas en los debates impregnados por la crisis económica, según los participantes, «resultado del capitalismo». El medioambiente, eje central de los debates, ha enfrentado a Gobiernos con organizaciones ecologistas.
El Foro, dividido en distintas mesas de debate, charlas y protestas, ha abordado desde temas como la crisis financiera hasta el militarismo, la justicia social y los derechos humanos. La educación, otro de los asuntos clave, con su propio Foro de Educación Mundial, también ha estado presente en Porto Alegre. La novedad: la invitación a las luchas populares y nuevos movimientos del 2011, como la Primavera Arabe, el Occupy Wall Street, los «indignados» del Estado español o los estudiantes chilenos.
Más allá de las protestas y la reflexión, la iniciativa se ha centrado este año en la preparación de la llamada «Cumbre de los Pueblos» que el movimiento contra la globalización ha convocado para junio en Río de Janeiro, en paralelo a la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable Río+20, que reunirá a los gobernantes de distintos países para tratar una vez más el tema medioambiental.
Hay un rechazo previo que se basa en la «insuficiencia». Insuficiencia para atender la crisis económica, política y social del mundo. Así caracterizan el Río+20 de la ONU los participantes del Foro. El primer borrador oficial de Río+20 aboga por una «economía verde» criticada y desvalorizada por organizaciones ecologistas y expertos en medioambiente que han visitado Porto Alegre estos días.
La organización Greenpeace denunció, en un seminario sobre cambio climático celebrado dentro del Foro Social Mundial, que el «fondo verde» no basta para atajar el riesgo medioambiental del planeta, que tiene su origen en el capitalismo y en el consumo. «El capitalismo está en crisis y no es la economía verde la que pondrá fin a esa situación», declaró el activista Pedro Torres.
La ambientalista brasileña y ex ministra de Medio Ambiente Marina Silva coincidió con la organización resaltando que la «economía verde enfatiza la dimensión económica» y no resuelve la crisis.
El debate sobre el medioambiente desveló las diferencias que existen entre los movimientos sociales y Gobiernos de izquierdas de América Latina. Varios movimientos sociales condenaron diversos proyectos de desarrollo en zonas sensibles, tales como la Amazonía, mientras que representantes de partidos políticos en el poder en Brasil y Venezuela alertaron a los grupos ecologistas de que pueden convertirse en «instrumentos» de un «nuevo capitalismo». Las principales críticas de los ecologistas se volcaron sobre la hidroeléctrica de Belo Monte, un gigante de concreto que el Gobierno brasileño construye en el corazón de la Amazonía y que desplazará a unos 50.000 campesinos e inundará un área de 506 kilómetros cuadrados. La organización SOS Florestas, que ya protestó contra Belo Monte el martes durante la marcha inaugural del Foro Social, volvió a tomar las calles para exigirle a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, que paralice el proyecto. «Dilma, apaga la motosierra», decían pancartas exhibidas por los activistas.
Además, militantes del Movimiento Socialista de Trabajadores de Argentina pidieron el apoyo del FSM a los pobladores de una provincia del norte de su país que rechazan proyectos de minería en el cerro Famatina. «La población (de la provincia) de La Rioja está hoy movilizada contra la construcción de una mina a cielo abierto para extraer oro, plata y cobre», afirma ese grupo, que denuncia que «el Gobierno de Cristina Fernández, como antes el de su marido Néstor, ha profundizado el modelo de saqueo y contaminación de las megamineras que diseñó el Gobierno neoliberal de (Carlos) Menem en la década de 1990».
La presidenta Rousseff, en su puesta en escena, defendió la Conferencia Río+20 ante un FSM que ha anunciado protestas globales contra la «economía verde». Además, defendió las opciones de Brasil en términos de generación de energía , apoyadas en buena medida en hidroeléctricas de gran tamaño que la mayoría de los movimientos del FSM han condenado. También aprovechó para criticar a los países más desarrollados, denunciando su falta de compromiso ante la reducción de emisiones de gases contaminantes. La presidenta brasileña fue invitada por los organizadores del Foro, junto a otros mandatarios latinoamericanos que no acudieron, para participar en uno de los debates, denominado «diálogos de la sociedad civil con los Gobiernos».
Otro de los invitados estrella, sobre todo para los medios de comunicación, ha sido el activista de izquierdas italiano Cesare Battisti, que presentó su nuevo libro basado en su experiencia en la cárcel de Brasil. Rodeado de cámaras y micrófonos, Battista, respetando la prohibición que le impusieron, no hizo ninguna declaración política.
El FSM nació en Porto Alegre en 2001 como una antítesis del Foro Económico Mundial, que anualmente reúne en la ciudad de Davos (Suiza) a políticos y empresarios.
 

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