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56 aniversario

"Mi trabajo son tus derechos"

Homenaje a un hombre que dejó huella: Héctor Quagliaro

 
Héctor “El Colorado” Quagliaro nació en junio de 1933 en su querido barrio rosarino de las Cuatro Plazas. Hijo de Carlos Quagliaro y Catalina Di Benedetto, tuvo 3 hermanos nacidos en Italia y otro rosarino como él.
A los 13 años ingresó en la Escuela de Aprendices del Ministerio de Obras Públicas con beca económica, garantía de trabajo y acceso a la Universidad como se estilaba por aquellos años. Allí se formó, nunca lo olvidaría, como Trabajador del Estado.
Siendo aún menor de edad ya pagaba 50 centavos por la estampilla sindical que le vendía su delegado del taller del Paraná Inferior, antes que se estableciera el descuento por planilla. Se podría decir que se afilió a la Asociación Trabajadores del Estado de pantalones cortos. Se recibió como Carpintero de Ribera en 1952 y ante la demora del Estado por contratar a los aprendices fue elegido por primera vez por sus compañeros como delegado de su comisión. Sin saberlo, ya se veía como un líder ante los ojos de los demás.
Al año siguiente comenzó a trabajar en el Ministerio cuando Construcciones Portuarias y Vías navegables, cuna de ATE, era un gigante que cuidaba los caminos del río.
No se le cumplió el sueño del pibe: jugar en la Primera de Rosario Central. Pero vistió sus colores en inferiores e integro la línea media como centrojas en equipos como Honor y Patria, Boca de Guaymallén y el Argentino de las Parejas.
El golpe de 1955 y el derrocamiento de Perón lo empujaron a la Resistencia con miguelitos, papas con clavos y caños mientras le llevaba comida a sus hermanos presos.
Apoyando el paro del 3 y 4 de noviembre de 1956, impulsado por la CGT Auténtica de Andres Framini, fue aplaudido en una asamblea y debutó en un piquete de huelga. Lo picaba el bicho de la militancia. A mediados del 58 ATE paró el Ministerio de Obras Públicas por 17 días y medio y él fue elegido integrante de la comisión negociadora. De esa manera se ganó su primer aparición en los diarios, elevando la voz en una asamblea dominical en ATE Rosario.
Tras el prestigio ganado en esa huelga fue elegido como Secretario General de ATE Rosario por la Agrupación Unidad y Acción. Era enero del 59 y solo tenía 26 años. A los pocos días llevó al sindicato al paro en solidaridad con la toma del frigorífico Lisandro de la Torre. En el 61 fue reelecto secretario general de los estatales rosarinos y en Agosto del 63 elegido Delegado Regional de la CGT Rosario, a la que condujo durante 3 períodos consecutivos.
Formó parte de las “62 Organizaciones de Pie junto a Perón”, diferenciándose de los Gordos de la época y siguió lealmente el legado de los Congresos históricos de Huerta Grande y La Falda.
Al realizar su primer viaje sindical a Europa, tuvo la oportunidad de reunirse en dos oportunidades con Juan Domingo Perón en la mítica Quinta 17 de octubre en Madrid.
En 1965 acompañó, en representación de las 62 de Pie y el sindicalismo combativo, a Isabel Perón en su gira por el país para desarmar los candidatos del Peronismo sin Perón de Vandor. Ahí conoció la política de los partidos pero no se anotó.
En 1968 nació la CGT de los Argentinos y la delegación regional de Rosario fue la primera en adherir y aprobar el Programa del 1 de mayo. En 1969 participó activamente del Rosariazo, el hecho de masas rosarino más importante del siglo pasado, conduciendo la CGT local. Pueblada que se repetiría en septiembre de ese año con Estado de Sitio incluido.
A inicios de los 70 fue elegido secretario general adjunto de Ate Nacional y dio la lucha antiburocrática desde adentro. Tras el golpe del 76 y el aval de Juan Horvath, por entonces secretario general, a la dictadura militar en la OIT se profundizaron sus diferencias y se selló su suerte.
Primero fue cesanteado de los talleres de la Rivera Inferior junto al Negro Aguirre, el Flaco Belloni, su mentor, y otros 13 compañeros. Luego separado de la conducción por su, según dijeron, “intemperancia habitual” y finalmente expulsado, junto a Víctor De Gennaro, Carlos Custer, Germán Abdala y Manuel Sbarbati, durante un congreso trucho. Llegó el rumor de que los milicos lo buscaban y manos amigas le ofrecieron irse afuera pero decidió quedarse y manejar un taxi en Rosario para ganarse el mango.
Durante todo el 77 recibió a Víctor y a Germán en su casa para inventar juntos lo que sería ANUSATE entre el infaltable olor a milanesas con fritas hechas por Inés, su esposa, y los juegos infantiles de Leticia y el Cabezón.
En diciembre de ese año fundaron la agrupación en la Iglesia de la Santa Cruz con él como presidente. Allí fue donde estampó para siempre aquello de que “Estamos abriendo un cauce para que lo transiten miles de compañeros que aún no conocemos” En noviembre de 1984 formó parte de la Recuperación de ATE de manos de los que colaboraron con la dictadura y también pudo recuperar su puesto de trabajo en el Paraná Inferior. Creó y condujo la Escuela de Capacitación Sindical Libertario Ferrari y fue elegido Secretario General de ATE Santa Fe entre el 87 y el 91.
En las elecciones de 1991 formó en su provincia del Frente de Recuperación Peronista para combatir al Menemismo y fue candidato a diputado. Acompañó el nacimiento, crecimiento y consolidación de la Central de Trabajadores de la Argentina desde Burzaco para adelante. En 1991 asumió la conducción de la Seccional ATE Rosario y volvió a su segunda casa, el local de la calle San Lorenzo, por 12 años seguidos durante 3 gestiones.
Aceptó la conducción del Centro Nacional de Jubilados y Pensionados de ATE Nacional y de la Federación de Jubilados de la CTA en el año 2003 y ahí entregó sus últimos esfuerzos militantes. A comienzos del 2006 fue reconocido como Ciudadano Distinguido por el Consejo Deliberante de su ciudad natal.
Nos dejó el 25 de enero del 2010 y su nombre ya es parte ineludible de la historia de la Asociación Trabajadores del Estado, de la Central de Trabajadores de la Argentina y del Movimiento Obrero Argentino. Se fue con la creencia, al decir de su amigo Arturo Jauretche, que “el fuego de su pueblo no agoniza…solo está ardiendo la braza. Y hay que soplar la ceniza”.

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