57 aniversario

"Mi trabajo son tus derechos"

Víctor De Gennaro: «No hay revolución sin pueblo»

Sin anestesia. Así empezó el gobierno de
Macri, como para dejar en claro desde la primera medida cual es el eje de su política.

Claudio Lozano señala que se transfirieron
en forma permanente 128.868 millones de pesos a los exportadores al reducir las
retenciones y que, como transferencia global, significan casi el 3% de PBI
total de nuestro país.

Mientras tanto a los jubilados y a las asignaciones
se les otorgó -por única vez- 3.200 millones de pesos lo que equivaldría a 0.1%
del mismo PBI.

Definición categórica de a quien está
dirigida esta monumental transferencia de recursos, todo lo contrario de haber
utilizado esta riqueza para terminar con la pobreza en la Argentina…
inmoralidad que ni antes ni ahora se quiere enfrentar con medidas de fondo.

Y con total naturalidad Prat Gay nos informa
de estas políticas y el éxito de acabar con el cepo no son otra cosa que estar
haciendo lo que habían votado los argentinos mayoritariamente como propuestas
de campaña.

Es más, se animó a aleccionar a los
sindicatos en nombre de los ciudadanos votantes que debían elegir empleo o
salarios como antesala a los despidos que sacuden el temor en nuestras tripas a
vivir lo peor de nuestro pasado reciente, que llevó a muchos a justificar y aceptar
como lo menos malo la precarización, la clandestinidad, o el trabajo esclavo
como una “buena forma” con la que millones de trabajadores subsisten en nuestra
Patria.

Claro, se atribuía el 52 % de los votos
como respaldo a su política económica, como si fuera cierto, y por un momento
casi nos lo compramos a ese falso argumento: Sólo el 31% (que no es poco) votó
esas propuestas en las PASO, verdadera elección de propuestas y candidatos, y
fue sumando votos de aquellos que decían “no a lo otro” hasta llegar a aquel
porcentaje.

El 21% de ese crecimiento que consagró en
el balotaje a Macri Presidente, hizo “que no ganara la continuidad”. Ese fue el
sentimiento y la decisión expresada en las urnas, y no estas políticas de
regresión en la distribución del ingreso contra el pueblo trabajador.

De allí en adelante, sin solución de
continuidad, aprovechan el envión con el apoyo del poder económico y financiero
y ante el perplejo conjunto popular consolidan esta posibilidad de seguir
concentrando y extranjerizando nuestras riquezas, depredando y saqueando
nuestros recursos.

Y encima tratando de que aceptemos que
nuestro pueblo se ha derechizado tanto que es capaz de aprobar mansamente su
camino al suicidio colectivo.

Claro que no. Ojalá pusieran a
consideración a través de una consulta popular estas medidas y pronto se
reflejaría la realidad. No conviene que esto se trate y mucho menos se vote.

Subestiman a nuestro pueblo que con sus
tiempos y formas resuelve sus prioridades y construye una perspectiva distinta.
El colectivo siempre es más importante que la salida individualista que nos
ofrece el sistema perverso y deshumanizante hasta encerrarnos en nuestros
laberintos sin posibilidad de salida.

Davos vs Porto Alegre

Hace quince años en estas fechas tenia el
privilegio de participar en una de las mesas de la apertura de lo que iba a
denominarse Foro Social Mundial, presentando, entre otros, a Samir Amin, y
siendo parte de los miles de resistentes que provenientes de todo el mundo nos dábamos
cita en Porto Alegre para gritar que “Otro mundo es posible”.

Fue el primer encuentro de esa magnitud después
de la derrota del campo socialista en 1989, que nos sumió en la larga crisis
que hasta hoy nos atraviesa, donde expresamos, después de una década de
resistencia y peleas, que no aceptábamos que se había acabado la historia y
puesto fin a las ideologías.

Creíamos abrir la instancia de seguir
pensado y construyendo un sistema de vida para la humanidad que supere a este capitalismo
inhumano y depredador.

Gritábamos que otra sociedad era posible y
la tomamos en nuestras manos sin delegar en ninguna vanguardia, Estado o grupos
encaminándonos a transitar el tiempo de construcción de una nueva humanidad,
superando este sistema donde “el hombre es el lobo del hombre”.

Movimientos populares, sindicales, sociales,
religiosos, campesinos, intelectuales 
nos reuníamos en el Hemisferio Sur, siendo la contracara de ese otro
encuentro de los poderosos del mundo hasta cual se llegaban los presidentes y
realizado en Davos por esos días en el Hemisferio Norte.

Que definición del Presidente Macri que
corrió rápidamente a Davos a reafirmar que la Argentina se alinea en ese fin de
la historia y garantiza políticas y negocios para las transnacionales y los
países imperiales que las cobijan y defienden.

Que claro aparece el Pacto de Gobernabilidad
de expresiones partidarias mayoritarias acompañantes para convencer a los ricos
del mundo que pueden venir sin miedo a realizar sus ganancias o a utilizar a
las Fuerzas Armadas para tareas de represión interna.

40 años

Todo esto acontece a días de conmemorar el
40 aniversario del golpe genocida de 1976.

Esa masacre conducida por los intereses de Estados
Unidos y las empresas concentradas que desapareció, encarceló, expulsó del país
y mató a miles y miles de trabajadores, estudiantes, campesinos y pequeños
empresarios, religiosos e intelectuales, con el fin de acabar con el sueño de
libertad, autonomía y fraternidad para construir  una Nación liberada social, económica y
políticamente.

Recuerdo cuando aún en la bruma por la
confusión de aquella derrota de principio de los 90, nos atrevimos a convocar a
una conmemoración activa del 20º aniversario de la implantación del terrorismo
de Estado, momento donde se nos llamaba a marchar al primer mundo y, a caballo
de la “derechización” del voto de nuestro pueblo, aceptar las leyes de Obediencia
Debida, Punto Final y hasta el Indulto para los genocidas.

Con ansiedades y dudas, y también con profunda
fe en nuestro pueblo que inundó las calles de aquel domingo 24 de marzo de 1996,
realizamos la convocatoria con la Comisión que nacía para convocar una y otra
vez a demostrar el compromiso de “Memoria Verdad y Justicia”.

Fue la base para crecer en organización
popular, encaminarnos al Juicio de Genocidio de Madrid, y también para alumbrar
resistencias durante cinco años donde fue madurando el 19 y 20 de diciembre del
2001 expresando lo que no queríamos. Sacudiéndonos el no se puede, y retomando
tiempos de esperanzas y utopías en el compromiso colectivo de nuestro pueblo.

No es casual que estamos en esta nueva
etapa con cargas viejas no resueltas, y que nos acompañarán nuestros fantasmas
durante mucho tiempo, pero con espíritu renovado por aquellas luchas y
convencidos que es importante no perder tiempo en “gobiernos en disputa” sino,
esencialmente, en la disputa de nuestro pueblo.

Su consciencia, sus valores, su cultura,
sus miedos y temores, sus esperanzas, sus 
ambiciones o sus sueños, eso es lo que está en disputa y allí hay que zambullirse
sin más.

A  40
años del Golpe Genocida, a 20 de Memoria Verdad y Justicia y a casi diez años
de la desaparición de Julio López, hay que volver con nuestras mujeres y hombres,
nuestros jóvenes y nuestros pibes a alumbrar el sueño colectivo de ser felices
en una nueva humanidad, inundando las calles y las plazas de nuestro país este
24 de marzo de unidad y reafirmación del sueño popular.

Por supuesto que nos tratarán de dividir en
esa convocatoria.

Yo recuerdo que el 24 de marzo del 2004, en
la propia CTA colisionaban dos propuestas: Había que ir a la ESMA a la mañana
donde el gobierno nos devolvía un campo de concentración donde habían padecido
nuestros compañeros, o ir a la tarde a Plaza de Mayo donde siempre expresamos
nuestras proclamas.

Fue interminable el debate y casi nos desangramos
para ver donde marchar.

Hasta que resolvimos como CTA convocar a
esos dos lugares y a todas las plazas del país, en cada pueblo o ciudad, porque
el sufrimiento, dolor y también el orgullo de la lucha por los derechos
humanos, no le pertenece a ningún sector o partido, sino que es patrimonio del
pueblo argentino, que hemos sido capaces en esta Latinoamérica de impunidad de
sentar en el banquillo de los acusados y juzgar a los asesinos.

Claro que falta, queremos más, pero solo lo
haremos posible si eliminamos dentro de nosotros mismos el miedo que anida en
nuestras tripas y el autoritarismo de creernos dueños del patrimonio colectivo.
Entender, sentir que puede haber pueblos sin revolución, pero no hay revolución
sin pueblo

La memoria de los que ofrendaron su vida en
aras de la felicidad colectiva y un Proyecto de Emancipación y no para
construir un capitalismo serio, nos convoca a no perder tiempo y a aprender que
no hay atajos para enfrentar  la “sin
anestesia” de los poderosos

Si así lo hacemos, ese día nos regalará la
fuerza y alegría de marchar al lado mayoritariamente de jóvenes que ni siquiera
habían nacido en ese tiempo y son garantía de que la historia no terminó y del
triunfo por venir.

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