Se acerca el día de dar la bienvenida a la Marcha Negra de la minería que
llega a Madrid después de haber recorrido cientos de kilómetros en defensa
de sus puestos de trabajo y del futuro de pueblos y comarcas enteras.
*Esta marcha representa la dignidad que nos ha devuelto la sonrisa, la
esperanza y la ilusión de reivindicar de nuevo, con ímpetu renovado, la
conciencia de clase, el orgullo obrero frente a la filosofía neoliberal del
fin de la historia o la posmodernidad del ni de izquierda ni de derecha.*
La lucha minera, como la de los astilleros o la que surge de las grandes
concentraciones industriales, por su cohesión, por su firmeza, han sido
siempre el objetivo a batir tanto por los gobiernos social-liberales como
por los abiertamente neoliberales.
La saña con la que la Primera Ministra británica Margaret Thacher, ese
santificado icono del liberalismo, combatió a los sindicatos mineros es un
ejemplo claro y la derrota de esa lucha obrera una debacle para el conjunto
de la izquierda en el Reino Unido.
Por eso no me extraña nada que en el principio de la legislatura del
Partido Popular cuya hoja de ruta es una guerra contra las libertades y el
concepto público de la sociedad, se haya buscado el conflicto abierto
contra la comunidad minera en un intento de desarbolar los pocos sectores
organizados que quedan en el movimiento obrero.
En las zonas mineras se da una alta afiliación sindical con marcado sentido
de clase que todavía entronca con la propia sociedad. A pesar de la
desmovilización producida por unas cúpulas que, en muchos casos, olvidaron
sus orígenes y se convirtieron en gestores de servicios para una clase que
se creyó media, pese a las corruptelas o la burocratización, cuando se
ataca al conjunto del carbón este responde con movilización firme en tajos
y calles.
Es en ese músculo donde muchos nos sentimos reflejados, hartos de tragar
con la tibieza que permite 18 reformas laborales, hastiados de ver pisar
alfombras, del pacto tras pacto,? en fin, de ver el suicidio de
organizaciones que se forjaron con sangre y prisión, puestas al servicio de
los intereses del lado progre del bipartido, ese que nos desindustrializó y
precarizó tanto como la derecha.
*Por eso al Partido Popular no le está resultando nada fácil doblegar a una
fuerza que marcha unida y cuyo apoyo social crece al compás de su muestra
de poderío en medio de un desierto de incapacidad generalizada para
responder con acierto a los ataques salvajes contra sectores tan básicos
como la educación y la sanidad.*
En una situación de agresión constante con un alto nivel de represión
contra estudiantes, profesores y movimientos sociales, está resultando casi
imposible criminalizar las acciones de defensa que realizan los mineros
ante las fuerzas antidisturbios de la Policía o de la Guardia Civil.
Hombres, mujeres, jóvenes, familias enteras que, además, saben batirse el
cobre frente a porras, pelotas y botes de humo. No, no es tan fácil
conseguir que honradas familias trabajadoras apoyadas por comarcas enteras
sean vistas como terroristas de la kale borroka.
Con cada kilómetro recorrido, con cada día de encierro en las galerías, con
cada corte de carretera, con cada manifestación, la minería nos está dando
un curso de recuperación sobre la materia lucha, esa que suspendimos o a la
que no nos presentamos.
Esa fuerza, esa unidad, apunta al norte necesario de unir luchas y
recuperar conciencia. Juntos, cuando entendemos nuestra clase y nos unimos
obreros, parados y estudiantes no hay quien nos pare.
Necesitamos, más que una nueva forma de lucha, una limpieza en las
estructuras y una vuelta al origen, a saber quien somos y a defender que la
riqueza del país se ponga al servicio del pueblo.
Sé que el Madrid digno recibirá como se merece a estos luchadores y
luchadoras que ojalá sean capaces de tiznarnos de negro dignidad y que ese
color sea tendencia en próximas movilizaciones.
La minería en lucha debe vencer. Ellos ya luchan, nosotros, cada uno de
nosotros y nosotras, debemos darle toda nuestra solidaridad activa. Su
victoria es la victoria de todos.